miércoles, 6 de octubre de 2010

una historia familiar

Vuelvo a copiar un artículo de prensa, tengo muchas cosas que contar pero poco ánimo para elaborar, así que me dedico al copia y pega, no es plagio porque digo de dónde lo saco, eso nos han dicho en la Universidad, así que será verdad.
Es una historia que me resulta tremendamente familiar, no siempre te vas de tu país por gusto, a veces es que no ves otra salida. Y todo lo que dice es cierto, ahora la gente no toma conciencia de que se está gestando un drama futuro, no sólo el desarraigo y el separarnos de nuestras familias, sino que se va la generación que puede tirar del país. Que no se ofenda nadie, pero no se puede vivir sólo de profesionales, también se necesita gente con carreras superiores y perfiles altos.
Espero que os guste...

http://www.elpais.com/articulo/andalucia/ilusiones/perdidas/elpepiespand/20101002elpand_4/Tes?ref=nf

LAS ILUSIONES PERDIDAS
No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.

No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.

Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.

No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.

En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.

No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

domingo, 3 de octubre de 2010

El laberinto de querer ser controlador aéreo hoy en día en España

Voy a reproducir una carta que se ha publicado en Aviación Digital, porque representa claramente el infierno que están viviendo. Se pagan las horas extras a precio de oro (edito: se pagaban, ahora se pagan a precio de hora normal o por debajo, claramente de forma ilegal) porque no hay gente, luego cuando hay gente para trabajar, no se les contrata y esperan a qué, a que renuncien y tirar la formación invertida en ellos o qué quieren realmente. No lo entiendo, pero es parte del desgobierno que impera en España hoy en día.

Se debería publicar en periódicos generalistas de tirada nacional, tipo El País o El Mundo, no sé si se ha hecho, pero claro, eso no vende tanto como sacar a Pepiño diciendo que ganan 900.000 euros al año, que es lo primero que se le pasó por la cabeza a semejante personaje.


Desde que el 30 de julio terminamos el curso, AENA no ha sabido nada de nuestros destinos. Inicialmente, cuando llamábamos, nos decían que nos asignarían las dependencias "el martes siguiente". Vencido un martes, entonces lo posponían de nuevo al siguiente. No sé qué tienen los martes.
Luego el mensaje era que no había planes para contratarnos, que estaba todo parado y no había siquiera ya fecha en la que se pudiera saber algo nuevo. Eso sí, las dos personas de RRHH que nos atienden siempre han sido exquisitamente amables. Menudo papelón les ha tocado. Gracias desde aquí.
La espera se hace insoportable. Llevamos sin ingresar una nómina desde noviembre de 2008. Los que tenían paro, lo agotaron hace mucho. Los que tienen hijos se desesperan genuinamente. ¿Cómo puede ser que el Estado, a través de AENA, invierta 14.000.000€ en formarnos (el doble del presupuesto de la Casa Real para 2011), y luego nos tenga en casa mientras sigue solicitando horas extras a la plantilla activa?
El 21 de septiembre presentamos una carta por registro de entrada en Servicios Centrales de Navegación Aérea preguntando en qué fecha se nos darían qué destinos. No nos atrevimos siquiera a poner nuestro nombre y DNI por si nos represalian. Nos representa un buen amigo, el "alumno 49″.
Lunes 27, aparece una entrevista a Lema en CincoDías, en la que anuncia que "para que no haya dudas, se nos contratará en octubre". Ese énfasis nos hace interpretar que está contestando a nuestra carta. Son buenas imprecisas noticias.
Martes 28, AENA publica una nota de prensa por la que nos contratan el 1 de Octubre. ¡Por fin! El mismo martes nos llaman por teléfono y nos comunican por escrito que tenemos que presentarnos en 3 días, el viernes de esa misma semana, día 1 de octubre, en nuestra dependencia.
Compro billete de avión, carísimo, reservo hotel, preparo la maleta y la documentación.
El jueves, el día anterior a la incorporación, a eso de las 11h de la mañana, menos de 24h antes de tenerme que presentar en destino, recibo una llamada de AENA indicando que no debo acudir a la dependencia, que no me van a contratar. Que se postpone, que la contratación será escalonada.
¿Pero qué coño me estás contando? Estoy por gritar, pero me resigno. El mensajero no tiene culpa.
Agradezco la información, pido que me indiquen la nueva fecha. Es desconocida. La voz de quien me comunica esta noticia es la de quien te dice que se ha muerto alguien. Va a tener que hacer esto 46 veces más.
Menudo papelón.
Pido que me comunique por escrito que no debo acudir a mi destino, pero aparentemente no tienen planes de hacerlo.
Reacciono rápidamente, llamo a mis compañeros, uno por uno. No quiero ni pensar en la factura de móvil que me va a llegar este mes maldito. Acordamos todos acudir a la dependencia. Seguro que como no nos presentemos en el centro de trabajo el 1 de octubre, nos la envainan más tarde diciendo que nunca dieron contraorden, aludiendo que hemos faltado a la cita. Es demasiado demoníaco para pensar que esto no es un plan urdido por una mente enferma.
Se hace tarde. Voy a perder el vuelo. Vuelvo a comprobar el correo, pero no he recibido ningún comunicado por escrito. No voy a llegar, debo salir para el aeropuerto ya, tengo casi una hora en metro. He quedado con mi mujer, que acude a despedirme desconsolada. Brotan las lágrimas, no puede más. Está destrozada, no puede más con esta basura. Maldita sea mi estampa, me maldigo por haberla llevado a vivir esta mierda.
Cojo el avión, me presento a la tripulación como controlador aéreo. Hablo con los pilotos diciendo que acabo de salir de la escuela, y que para ser un buen profesional desearía conocer mi trabajo también desde el otro lado. Me gustaría saber cómo puedo darles el mejor servicio escuchando lo que me puedan aportar.
Me miran de reojo, saludan lánguidamente y me mandan a mi asiento. Lástima. Seguiré intentándolo siempre que vuele. Creo en la excelencia.
Aterrizo en lo que debería ser mi nueva casa. Al día siguiente acudo a la torre. Ya están al tanto de la movida. Flipan. No dan crédito. No puede ser tanta saña con quien todavía no está ni contratado. No se lo pueden creer. Paso un buen rato hablando de la profesión. Hago cálculos. Ganaré menos que en mi trabajo anterior (sin contar la amortización de la inversión del curso, que entonces es para echarse a llorar).
No creo que pueda mantener dos casas. Pero, ¿cómo le voy a decir a mi pareja que se deje el trabajo para buscarse otro en nuestro destino? ¿Cómo puedo confiar mi futuro a una empresa que me infringe un daño moral y económico, a mí y a mi entorno, de semejante calibre, incluso antes de ser un empleado? Es demencial. Es de locos. No me creo que esto sea un proveedor de navegación aérea. Sencillamente, es delirante.
¿Me han hecho gastarme 400€ que no tengo, sólo por joderme adrede, o realmente la incompetencia es tan abrumadora e impune? ¿No van a rodar cabezas? Donde yo trabajaba antes, por una ínfima fracción de esto he visto despedir a la Directora de RRHH. Lo he visto con mis propios ojos, por despedir unilateralmente a una mujer que le quedaban tres años para jubilarse. Por no tener la delicadeza de al menos consultar con la dirección de la empresa antes de ejecutar la sentencia de muerte que iba a desahuciar a alguien que jamás encontraría un trabajo tras agotar su desempleo.
Al día siguiente nos presentamos en RRHH, donde nos confirman que no hay ni contratos ni noticias de ellos. Esperamos durante unas horas a ver si hay novedades, y nos piden firmar una hoja como que nos hemos presentado allí a sabiendas de que no seríamos recibidos. Soy presa de la fascinación. Lo tengo claro: He perdido dos años de mi vida. Cada vez se apodera de mi un nuevo terror... me aterra que finalmente me contraten. Esto es el esperpento.
Quiero despertar de un sueño maníaco pero no puedo. Es mi realidad más patética. Arrancado de mi trabajo para que quien ha invertido 300.000€ en formarme me condene a sangrar unos ahorros que ya se han agotado tras dejar de percibir una nómina allá por noviembre de 2008. ¿Este país está en el G8?
Nada. No hay contrato. Tengo que volverme a casa, pero... no puedo permitirme pagar el cambio de billete. Me toca volver reptando, por el suelo, de autobús en autobús, arrastrándome por toda la península de regreso a mi casa recorriendo más de 1000 kms. Humillado, maltratado, ninguneado, insultado. Y todo esto en una empresa pública. Maldita sea la hora en que... Ya hay un compañero que ha renunciado a su destino. Un crack, un enamorado de esto. Un apasionado. Uno con una inteligencia exuberante que ha sabido ver y decidir.
A mitad camino me llaman mis compañeros. Uno de ellos maldice con la voz temblorosa. Su mujer se ha dejado el trabajo para irse con él y su hijo de un año al destino. Ahora se encuentran los dos sin trabajo, sin ahorros, y con un bebé en brazos. Me evoca la imagen de un desahuciado por una catástrofe natural en un país tercermundista, desesperado tras haberlo perdido todo de repente.
Pero no, es un ingeniero, en España, seleccionado por AENA para formarse como controlador aéreo. Es un emprendedor, que se ha arriesgado, abandonado su profesión para cursar durante dos años una formación de carácter eliminatorio que le ha costado al estado, juntos con sus otros 47 compañeros la friolera de 14.000.000€. Y ahora la misma empresa que lo seleccionó y formó, lo condena a pasar penurias con su mujer y su hijo.

¿Y ahora qué? ¡No puedo esperar ni un segundo más!
Y, ¿qué hay al final de la espera?
¿Merece la pena lo que tenga que venir? ¿Han merecido la pena estos dos años?